viernes, 23 de abril de 2010

UNA LUZ ESPECIAL





Era un día de fuerte levante, mar pequeño y  picado, lluvias intermitentes: un día mas. Entrando la tarde el viento comenzó a amainar, la mar se fue ordenando y  haciendo cada vez mas grande, la lluvia paró y el sol  apareció entre grandes columnas de nubes. Quedó un magnífico baño con buenas olas que a veces pasaban del metro, una temperatura agradable, poca gente en el agua y una extraña luz que lo teñía todo de experiencia sobrenatural. Una luz especial. Una sesión inolvidable.


En 1883 entró en erupción en Indonesia el volcán de Krakatoa provocando una explosión cataclísmica que desprendió una energía de 200 megatones, es decir, 10.000 veces más poderosa que la bomba atómica de Hiroshima. Olas de cuarenta metros ahogaron a 36000 personas. Esta luz especial sirvió de inspiración a momentos tan brutales en la historia del arte como Munch y su grito. Los observadores de todo el mundo describían el crepúsculo y el alba de brillante colorido producido por la refracción de los rayos solares en esas partículas minúsculas producidas por la ceniza









En Europa no estamos acostumbrados a  ver nuestra vida alterada, ni eliminada, por los fenómenos naturales, como ocurre en otras partes del globo. Este año la tierra esta siendo sacudida por gran cantidad de inundaciones, terremotos, erupciones volcánicas.....que nos recuerdan lo pequeños que somos ante la omnipotencia del universo y la naturaleza, que el  equilibrio que favorece las condiciones necesarias para la vida es hermoso, y  frágil.


Algo parecido a un maremoto es lo que debió suceder el finde pasado en Tarifa para que se levantaran estas enormes ondas que inmortalizó el fotógrafo Lucas Tozzi...






Fuentes:
Blog de Lucas

Wikipedia, volcán de Krakatoa


viernes, 9 de abril de 2010

EL PARAÍSO






Extraído de las cartas enviadas a www.3sesenta.com/

Sunny Riikonen, Cádiz
Nací en el paraíso. Pero era un paraíso incompleto y por la falta de trabajo tuve que marchar para buscar un futuro mejor. Gracias a ello conocí otros paraísos. Zarautz fue el primero de ellos y le siguieron la Zurriola, Roca Puta, Mutriku, y un sin fin de paraísos más. Trabajaba como celador en un Hospital de Donosti y los horarios me permitían hacer surf casi todas las tardes o casi todas las mañanas dependiendo de los horarios. Recuerdo la derecha que nacía junto al muro de la Zurriola como una ola potente y a veces hueca creando un tubo perfecto del cual alguna imagen quedó impresa en mi mente para el resto de mi vida. Este paraíso no era el mío pero los chicos del lugar nunca pusieron pegas por mi existencia siempre y cuando respetase las normas. Un día, estando en el hospital llegó un chico magullado y con el rostro totalmente cubierto de sangre. Mi trabajo era trasladarlo desde el hall del hospital hasta el quirófano número dos de la planta tres. Mientras empujaba la camilla le miré a los ojos. Su rostro me era familiar pero no sabía por que. Sonrió con su rostro lleno de sangre y confesó que me conocía resolviendo así mi duda. “-Tú haces surf en la Zurriola” -Le pedí que no forzara pero fue en vano. Con la voz entrecortada me contó que una vez una gran ola le había cazado sumergiéndolo a lo más profundo de las aguas de su paraíso. Pensé que estaba delirando y que hablaba en pasado. Cogí el parte para informarme, aunque no era ese mi trabajo, para saciar mi curiosidad. Rotura craneoencefálica, un par de costillas rotas y diversos golpes sin importancia en el tren inferior. “-No lo conseguirán, no lo conseguirán…”  me decía en la intimidad que ofrecía el ascensor. No sabía a qué se refería exactamente pero mi profesionalidad me impedía permitirle hablar en aquellas condiciones. Lo dejé en buenas manos y pregunté en recepción por qué había llegado ese chico así, pero mientras el compañero buscaba esa información llegó otro paciente y no pude enterarme del motivo. El día pasó como otros, pero el rostro de aquél surfista no me dejó nunca. Al otro día, después de hacer surf en un secret spot de Guipúzcoa volví al hospital, me dirigí a la cafetería y desplegué el diario sobre la mesa. Mi sorpresa fue cuando pude ver la foto del surfista entrando en la ambulancia y levantando el pulgar. A pie de foto “Disturbios contra el proyecto hotelero en la playa de blablabla”. Por lo visto, los antidisturbios se cebaron con él en una movilización que había creado una plataforma contra aquél proyecto.
Han pasado cinco años. Aquél chico murió en el quirófano número dos de la planta tres al complicarse la intervención. Una costilla astillada perforó su pulmón izquierdo y le cerró los ojos para siempre. Se llevó lo vivido. Se llevó el surf. El complejo turístico no se hizo nunca y otros chicos mantienen aquel paraíso tal cual lo defendió el surfista.
Yo volví a mi paraíso tras este largo tiempo. El palmar, Cádiz. Hoy he ido a trabajar, he desplegado el periódico en la mesa de la cafetería. Un gigantesco proyecto hotelero lanza su vela rumbo a nuestras costas para que el paraíso se convierta en los intereses económicos de unos caciques sin escrúpulos. Un hotelazo a quinientos metros de la costa y muchas promesas de empleos para los lugareños que luego se evaporan con la cruda realidad; “mucho trabajo y poco dinero. Te despedimos en invierno y te volvemos a contratar en verano”. “No podemos tener El Palmar para bocadillos de mortadela” -dice un político de la zona. Cada uno tiene su paraíso; unos lo imaginan con cinco plantas de glamour y otros con un bocadillo de mortadela frente a una rompiente perfecta sin la sombra del ladrillo.
Como emigrante: Por aquél vasco que con tan pocas palabras y aquel acto me enseñó el valor de las personas y de las cosas, por mis compañeros surfistas, por mis hijos y mi familia, prometo defender hasta el límite de lo racional que respeten nuestro paraíso.